Miercoles 16 de Junio del 2021 - Tucumán

Sistema de Cumplimiento Social: prácticas que ponen el foco en evitar el trabajo infantil en la producción de arándanos

Carla Ginobili, gerenta de Argentinian Blueberry Comitte (ABC), organización que nuclea a las empresas exportadoras de arándanos en regiones del país, como el noroeste, noreste y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, explicó la conformación de la institución; de qué se trata el Sistema de Cumplimiento Social, que realizan con distintos actores del proceso productivo para combatir el trabajo infantil en el sector.

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En el año internacional por la erradicación del trabajo infantil, el Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO) participa de la campaña comunicacional “Enfrentemos la pandemia #SinTrabajoInfantil”, que lleva adelante un conjunto de países nucleados en la Iniciativa Regional América Latina y el Caribe Libres de Trabajo Infantil.

En ese marco, Carla Ginobili, gerenta de Argentinian Blueberry Comitte (ABC), organización que nuclea a las empresas exportadoras de arándanos en varias regiones del país, como el noroeste, noreste y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, explicó la conformación de la institución; inicio y presente del trabajo que realizan con distintos actores del proceso productivo para combatir el trabajo infantil en el sector; de qué se trata el Sistema de Cumplimiento Social; y, su vínculo con la Fundación Desarrollo y Autogestión, entre otros ejes.

¿Quiénes forman parte del ABC?

-El ABC es el Comité Argentino de Arándanos, es la institución que engloba a las empresas exportadoras del sector, pero a su vez también son miembros institucionales las tres instituciones regionales del país que nuclean a los productores: en el noroeste, Apratuc incluye las provincias de Tucumán, Salta y Catamarca; en el noreste, APAMA incluye Entre Ríos y Corrientes. Entre todos cubrimos el 85% de la producción de arándano de Argentina

¿Por qué y cuándo se involucraron con la temática del trabajo infantil?

-Yo soy la gerente del ABC desde 2016. Desde que yo entré empezamos con todo lo que es la estrategia nacional; no tan fuerte como estos últimos dos años y medio pero siempre la temática estuvo dentro de la estrategia productiva del sector porque es un sector que nace para la exportación; es un cultivo que no es tradicional de Argentina; llegó a la Argentina hace un poquito más de 20 años y es para abastecer contra estación al hemisferio norte. Ese fue el origen y en los últimos años se empezó a desarrollar el mercado interno.

Los exportadores ya tienen incorporado lo que son las certificaciones internacionales generales sobre buenas prácticas agrícolas. Pero también como el mundo está cambiando y está mirando hacia lo que es el triple impacto, los importadores piden certificaciones sociales: todo lo que es trabajo decente y producción responsable está dentro del vocabulario. Por ahí no estaba tan marcado el foco en trabajo infantil, eso empezó a fortalecer un poco en 2016. Entramos en la Red de Empresas contra el Trabajo Infantil como miembro, ahí nos empezamos a empapar un poco más sobre la temática y  empezamos a entender qué estaban haciendo otros sectores, como era la política de Argentina.

Nuestro principal mercado es Estados Unidos, entonces también tenemos mucho contacto con la Embajada de Estados Unidos en la Argentina y con el Departamento de Trabajo Estados Unidos. Hace dos años atrás nos tocaron la puerta de la Fundación Desarrollo y Autogestión (DyA), diciendo que ellos querían aplicar para una fondo del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, para un proyecto mucho más grande de incidencia en políticas públicas para la erradicación del trabajo infantil en Argentina.

Ellos como son una fundación que trabaja en terreno querían tomar dos casos. Uno era arándanos y el otro yerba mate. A arándanos lo elegían porque sentían que iba a ser un caso de éxito por estas condiciones que digo que tiene el sector de exportación, de conocer lenguaje de las certificaciones y demás. Ahí nos asociamos con la Fundación DyA y empezamos a trabajar y a transitar un camino. Hoy estamos implementando un Sistema de Cumplimiento Social con foco en trabajo infantil que va a ser el primero en Argentina.

¿De qué se trata ese sistema?

-El sistema es un procedimiento o conjunto de buenas prácticas; básicamente el objetivo final es el trabajo decente y la producción responsable; tiene foco en trabajo infantil pero en el proceso nos dimos cuenta que también hay mucho para trabajar con el tema del trabajo adolescente no protegido, que es un tema que no se estaba tratando porque en general las empresas de campos por política interna tienen la no contratación de menores de 18 años; entonces era algo de lo que no se hablaba.

En todo este proceso de diseño colectivo que hicimos junto con la fundación estuvieron todos los actores de la cadena; creo que eso fue la clave: cómo se diseña el proceso con talleres participativos, donde estuvieron los cosecheros, los transportistas, las empresas de servicios del Estado y el sindicato; todos partimos y diseñamos desde el campo, no fue al revés, no es que vino alguien con un manual y una justificación y te dicen «vengo con el manual, tenés que cumplir con todo esto, te controlo y si no tenés todo las reglas no te lo certifico»; creo que eso fue lo más enriquecedor en ese proceso. Diseñamos este sistema de cumplimiento que tiene tres ejes: la prevención, el monitoreo y la atención.

¿Qué acciones involucra cada componente?

-El primero, la prevención está enfocado en campañas de sensibilización. Hace dos años hacíamos un ciclo de capacitación técnica para empaque, que era bien técnica, sobre cámaras de refrigeración y un montón de cosas. Empezamos a agregar los temas sociales, primero con trabajo infantil pero también ahora incorporamos alimentación saludable y otros temas.

También capacitamos a productores. Nosotros pensamos que sabíamos un montón del tema: el trabajo infantil está prohibido en Argentina; no salíamos de eso; tuvimos que comprender un montón de matices. Los productores también se tuvieron que capacitar y generar una confianza entre Estado y sector privado. Me ha pasado de ir a dar charlas a contar la experiencia y escuchar gente que nos decía «Ustedes le va lavarse la cara porque les sirve». Toda esa construcción me gusta contarla como una especie de círculo de confianza que se dio entre los trabajadores que empezaron a confiar, exponer lo que realmente pasaba en el campo. El productor que empezó a confiar en el Estado, como diciendo «Ok, te abro la tranquera pero vos después no vengas con la inspección y solo a señalarme lo que estoy haciendo mal, ayúdame» y entender que todos somos parte del problema y tenemos que ser parte de la solución: el sector privado no lo va a solucionar solo y el Estado tampoco. Lo que tiene Argentina es que hoy tiene recontra buenas leyes, es vanguardista un tanto leyes sociales pero después hay que bajarla a terreno y hacer que funcionen en cuanto a que se cumplan realmente.

¿Cómo se logra?

-Ahí necesitas al productor, al sector privado que es el que está ahí. Por ejemplo, el año pasado ploteamos los colectivos donde se trasladan los trabajadores con el eslogan de la campaña diciendo «no subimos niños» o «los niños a la escuela y no la cosecha»; ya de entrada una persona que va a subir de su casa al campo ya tiene un cartel;  todos los campos tienen en su tranquera un cartel que dice prohibido el trabajo infantil, el capataces tenían gorras y pecheras también con mismo eslogan. Empezamos a desarrollar materiales que todo el tiempo están sensibilizando; armamos videítos para enviar por WhatsApp para que se lo manden entre los trabajadores, guionados por los propios trabajadores recreando situaciones como ejemplo una mamá que llegaba el campo con dos chicos y decían «ellas no van a trabajar». Entonces ellos se veían reflejados en esos videos.

¿Cómo fue el proceso de involucrarlos en los materiales?

-En uno de los  talleres DyA vamos a empezar a generar los materiales de comunicación. La dinámica va hacer que los trabajadores, las empresas de servicios, los transportistas se pongan por grupo y ellos armen la situación que pueden ser potenciales situaciones de ingreso de adolescentes no protegidos o menores de 16 años. Yo las miro y decía ¿Me están tomando el pelo? ¿Me están diciendo que tenemos que viajar a Tucumán a presentarnos y nos vas a dar un taller de comunicación y van a tener que sentarse a escribir un guion y lo vas a hacer actuar? Me dicen, «sí, vos confía», realmente después todos estaban recontra copados; bastante casero en video pero los motivaba esos a sentirse parte sentirse parte del cambio.

Ellos decían, «para nosotros es re difícil que venga una persona conocida, un familiar, un amigo, un vecino y me diga ‘mira mi hijo tiene 16 años, necesita trabajar'». Lo bueno es que lo podemos poner en un papel y hacerles entender que cuando decís que no en verdad no lo estás perjudicando, sino todo lo contrario Pero, bueno, ahí también viene todo una discusión más filosófica: está bien, decimos no, el tipo se da media vuelta y la verdad que no tiene ningún lugar donde ir, ningún recurso, apoyo o motivación para cambiar esa historia de vida, y ahí es donde va a tener que estar el Estado y el sector privado presentes.

Ahí empezamos a pensar qué servicios podemos dar a la comunidad para tratar de cambiar esa realidad, no sólo quedarnos en el cumplo la ley y lo lamento, de última si se va a trabajar a otro campo de otra producción no es problema mío. Eso no es un sector socialmente responsable. Pensamos en cómo podemos colaborar y de ahí surgen los dos programas emblema que tenemos hoy, que son los Centros de Cuidado, para niños y niñas de 0 a 4, que no pueden ir a la escuela.

La parte edilicia es de la Comuna, se hacen convenio con la comuna, todos los materiales que se necesitan vienen de la mano de la Comuna, el productor colabora con donación de equipamientos del centro de cuidados. La comuna contrata la mano de obra de las maestras jardineras, pedagogas; se transformó en una herramienta para que tanto la madre y el padre vayan a trabajar al empaque -porque lo hacemos en la época de cosecha- tranquilo sabiendo que va a estar estimulado, educado, y no lo tienen que dejar ni ha llegado el hermano más grande ni buscar a un familiar ni dejarlo solo, con todo lo que sabemos qué significa.

Este año vamos a abrir el tercero en Tucumán; la pandemia, con todo lo malo que trajo, también trajo aparejado algo bueno: los Puntos Jóvenes. Nosotros el año pasado no pudimos abrir los centros de cuidado y vino la educación virtual: había un montón de adolescentes que no se conectaban porque no tenían la posibilidad de conectarse, porque a veces tienen un  sólo celular toda la familia, tenía que compartir entre las hermanas, o no tienen datos, no se conectan a Internet y cuando bajan una foto ya se quedó sin memoria. Entonces, eso era una amenaza mucho más grande para que vengan al campo a trabajar.

Lo que se nos ocurrió fue armar unos centros jóvenes en estos lugares donde estaban los centros de cuidado. Los Puntos Jóvenes los equipamos con computadoras, impresoras, celulares, internet, para que los chicos puedan ir a esos centros, obviamente con toda la seguridad e higiene, el distanciamiento social y que puedan desde ahí conectarse a sus clases o repasar lo que no pudieron ver o hacer la tarea. Esos son los dos programas que tenemos para prevenir el trabajo infantil.

Hasta ahí la prevención. ¿De qué se trata la herramienta de monitoreo?

-El monitoreo tiene que ver con herramientas que desarrollamos para evitar el ingreso de menores de 16 años. Es una aplicación que escanea el documento de identidad o el código QR de la tarjeta del Renatre, para que inmediatamente salte la edad del trabajador. Si es menor de 16, salta una alarma y no puede ingresar.

Si está entre 16 y 17 te avisa que es un adolescente y te empieza a pedir todos los requerimientos: se dispara un módulo de jornada reducida, informa qué trabajos puede hacer, si tiene una autorización de los padres, el certificado escolar. Una parte también tenía esta modalidad que aleatoriamente elegía un lote de cosecha para que el capataz o encargado de campo escoja dos o tres trabajadores y los escanee. Eso lo que nos dio, además del control, fue tener estadísticas, tener datos duros y reales sobre el sector.

¿En qué los perjudica no tener datos?

-Nos pasa que se dicen muchas cosas y no hay un sustento, una estadística o una cifra oficial. Se dice «en el arándano hay trabajo infantil», pero ¿me puedes mostrar cuántos casos hubo en los últimos 5 años? «No, no te puedo mostrar, y si se puede mostrar es cero».  Son un montón de cosas que estigmatizan a un sector. Lo que queremos hacer es empezar a tener nuestras propias estadísticas.

El año pasado piloteó en cuatro campos nada más porque era etapa  de pilotaje poner a verificar todo lo que habíamos diseñado en estos talleres. Nos tocó la pandemia pero ahora queremos superar la etapa pilotaje usando etapa de implementación y llegar que más de 60% este cosechado bajo los estándares del Sistema de Cumplimiento Social.

¿Y el último componente?

El último componente es el de la asistencia. Si se llega a detectar el ingreso de un menor cuáles son los mecanismos que se disparan; ahí termina la función del privado y arranca el protocolo de la provincia. Tiene que ver mucho con cada provincia: se trabaja en cada provincia donde tocó y adentro de la provincia con cada comuna o municipio. A cada campo se le armó una ficha en caso de que aparezca un caso tenés que llamar acá.

-¿Cómo incide en la problemática el pago a destajo?

Nosotros firmamos paritarias con un salario mínimo que tienen que cobrar todos los cosecheros y los empacadores, con lo cual tienen un mínimo garantizado; después las empresas tranqueras el estímulo que le ofrece por productividad es aparte. Pero el salario mínimo lo tiene.

¿Crees que está naturalizado el trabajo infantil en Argentina?

-El tema de las manitos chicas es un mito realmente. Lo que hicimos con el tema de los mitos fue empezar a llevar a todos los actores al campo: les hicimos hacer visitas al campo al municipio, a los de Nación, diputados, la Embajada Estados Unido, a todos. A veces no conocen el campo.

También hay una cosa arraigada que tiene que ver con la cultura del trabajo: esto de que antes estaba bien visto que los padres llevan a los chicos al campo a trabajar porque era digno, y eso es verdad, eso lo vemos. Es una cultura que está ahí y te va a llevar años o décadas desarraigarla. Vos contas todo y te dicen «te entiendo pero yo trabajé, a mí no me fue mal y quiero que me den ese trabajo». La diferencia con el arándano en particular es que la arándano no viene de esa cultura porque es una producción no tradicional. Al ser una producción para la exportación tenes todos los estándares internacionales que protegen carcomiendo la nuca.

En general, los productores son productores integrados, que producen, empacan y exportan, hay una inversión enorme. Igual nunca estás exento de nada. Por eso es la idea de este sistema de cumplimiento. No tenemos que ver sólo nuestro ombligo sino que la idea era y es lo que estamos tratando de hacer ahora articular con otros sectores.

¿Cuál es la problemática particular del trabajo adolescente protegido en el sector?

Tenés opiniones encontradas: las provincias tienen su discurso; no hay una bajada de línea nacional. Vos hablás con Nación qué te dice tenemos un listado TIP, que dice qué es lo que establece las tareas peligrosas. Vos lo lees con cualquier abogado y te dice «olvídate, en cosecha y empaque no puede hacer nada». Estamos hablando de una economía regional de mano de obra intensiva y si queres hacer la diferencia tenes que hablar de cosecha y empaque; no tenemos necesidad de que hagan una pasantía administrativa.

Si realmente queremos modificar las condiciones socioeconómicas de una comunidad le podes dar empleo en cosecha. La provincia puede considerar que no es peligroso; después los productores le tienen que dar condiciones de trabajo protegido: conseguir la autorización de los padres, conseguir el certificado de escolaridad, no puede trabajar más de 6 horas diarias o 36 semanas. Eso es responsabilidad del productor, pero nosotros no tenemos esa instancia. Nosotros no tenemos claro si un adolescente de 15 a 17 años puede trabajar en cosecha o en empaque porque Nación dice que no, y según la provincia te dice «en cada caso lo veremos». Entonces, ¿qué hace el productor? Al no tener reglas claras te dicen «de ninguna manera me voy a exponer a esto» porque Nación te dice «aunque la provincia te  dé autorización, si yo caigo con una inspección nacional te multo.» Hoy ante la duda el sector no toma adolescente de 16 y 17.

*FARCO es parte de la campaña Enfrentemos la pandemia #SinTrabajoInfantil, de la Iniciativa Regional América Latina y el Caribe Libres de Trabajo Infantil

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