Sismos en Vaca Muerta: “Son una consecuencia ambiental del fracking, pero hay otras mucho más importantes”
Así se expresó el investigador del Conicet, Javier Grosso, en en canal comunitario EnTV sobre los sismos que se registraron esta semana en el yacimiento neuquino.
Javier Grosso, geógrafo de la Universidad Nacional del Comahue e investigador del Conicet, aseguró que los sismos registrados esta semana en Sauzal Bonito (Neuquén), cercano al yacimiento Vaca Muerta, son consecuencias ambientales del fracking, pero alertó que la contaminación del agua que provoca la actividad es aún más preocupante.
El especialista remarcó que “la generación de residuos por parte del fracking es gigantesca” y que “cada vez crecen más estos depósitos, que son los basureros a cielo abierto”.
Este método, también llamado fractura hidráulica, consiste en la inyección de líquido, fundamentalmente agua, a presión alta con el fin de romper la roca subterránea y liberar el gas o el petróleo alojado en sus poros.
En ese sentido, explicó por el canal comunitario EnTV que el agua que se utiliza para “fracturar los pozos” vuelve a la superficie, pero “no se puede incorporar al ciclo hidrológico” por lo que debe tirarse en pozos llamados sumideros.
“Toda esa agua va nuevamente al subsuelo, a profundidades que van entre los 800 y 2.500 metros en pozos sumideros”, completó.
Por otro lado, Grosso marcó la diferencia entre lo sucedido en Neuquén y los sismos de la región Cuyo, como Mendoza o San Juan. En primera instancia, subrayó que “los que ocurren en la cordillera son a mucha más profundidad”, mientras que en Vaca Muerta “están a la misma profundidad en la que están fracturando”.
“Entonces, tenes un sismo quizás de intensidad de 3 grados que en la cordillera pasaría desapercibido porque se está produciendo a 90, 100 o a 140 kilómetros de profundidad mientras que en Sauzal Bonito se está produciendo a 3 km de profundidad”, aclaró.
Esta situación, provoca consecuencias inmediatas en los hogares de los y las habitantes de la zona neuquina, como “casas resquebrajadas, grietas y temores en niños y adultos”.
“Se les cambió el normal transcurrir de la vida”, afirmó.
Por último, resaltó que “estos sismos no existían hasta 2015”, cuando sucedió el primero. Luego, por tres años no hubo registros. Pero – concluyó – “desde noviembre de 2018, cuando pasan una serie de áreas a producir en forma masiva, hasta acá se han producido más de 300 sismos”.
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