Monseñor Angelelli: El obispo del pueblo
A 43 años de los asesinatos de Monseñor Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenseslao Pedernera fueron beatificados.
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Enrique Angelelli nació en Córdoba el 17 de julio de 1923. El 24 de agosto de 1968 inició su ministerio Pastoral como tercer Obispo de La Rioja y desarrolló su acción buscando concretar la opción preferencial por los pobres y animando la evangelización según las enseñanzas del Concilio Vaticano II.
Su prédica, su vida y su acción, hicieron que la memoria de Enrique permanezca en el corazón del pueblo y su beatificación junto Carlos, Gabriel y Wesenslao, es un hecho esperanzador para amplios sectores del cristianismo y de la militancia social, que comulgan con su Pastoral Social, la cual centró su trabajo en la defensa de los pobres y la lucha contra la injusticia.
Angelelli en sus predicas afirmaba: “Miren lo que traemos, esa estupidez para los sabios y es locura para los poderosos, miren lo que traemos, esa estupidez para los ilustrados y es locura para los que son constructores en esta sociedad de consumo, con una jerarquía de valor, solamente de tener más”.
Pablo Gonzalo Llorente, es actualmente párroco en la ciudad de Chepes, una localidad ubicada al sur de esta provincia. El padre Llorente, fue parte de la Pastoral de Monseñor Angelelli y contó al El Tala Comunicación Popular: “Lo conocí a Monseñor Angelelli a final del año 1974 en que me incorporé en un proyecto de la formación de una cooperativa en La Buena Estrella, una parcela en Machigasta, allí lo fui descubriendo a este gran pastor».
«Él también hablaba de su mensaje como que La Rioja también tenía una verdad para expresar, a nuestra patria argentina de su historia, con todas sus luchas y con todos los valores y la riqueza cultural riojana», recordó Llorente y agregó: «Él le llamaba a La Rioja ‘la morocha’, y decía ‘está linda la morocha’, con ese cariño del pastor enamorado de su pueblo, especialmente por los pobres de su pueblo y por toda la riqueza que el descubría allí en sus verdades, en sus voces”.
Sobre esto Enrique Angelelli decía que “los valores de la sociedad de consumo no hacen a hombres felices, no hacen pueblos felices, los valores que llevamos nosotros en nuestra alma, en nuestra identidad de pueblo desde nuestra tradición y mirando el futuro son los valores que hacen al hombre eternamente joven y los hace felices, son los valores por los cual, podemos decir creo espero y por el que el que sufre jugando hasta dar si es preciso la sangre que lindo es esto, esto es La Rioja”.
En marzo de 1976, después del golpe militar, la persecución a la Pastoral de Monseñor Angelelli se hizo más violenta, para ese momento tres de sus compañeros ya habían sido asesinados. El 4 de agosto de ese año, regresando en automóvil de Chamical a La Rioja, Monseñor Angelelli muere por la embestida de otro vehículo en Punta de los Llanos.
“Por la muerte de Monseñor Angelelli, desde el principio tuve una profunda convicción de que había sido asesinado, aunque querían ocultar el asesinato con un supuesto accidente que muchos lo titulaban en los periódicos como accidente, a nosotros teníamos desde el principio casi la certeza que lo habían matado”, afirmó Llorente.
Establecidos los motivos y los responsables, los miembros de la dictadura civico-militar que gobernó la Argentina entre 1976 y 1983, fueron juzgados y condenados por la sentencia del Tribunal Oral Federal del 4 de julio de 2014.
A 43 años de los asesinatos de Monseñor Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenseslao Pedernera en plena dictadura civico-militar, declarados mártires de la iglesia, el pasado 27 de abril fueron beatificados.
Llorente aseguró a El Tala:“Me produce una profunda alegría el reconocimiento de una iglesia metida con sus pies metidos en el barrio del conflicto, en el barrio de la construcción de la vida, en el barro de los dolores y sufrimiento de nuestro pueblo, rescatando y acompañando y sosteniendo la esperanza y denunciando los atropellos. Esta iglesia que uno tiene la profunda convicción que es la iglesia de Jesús”.
El mensaje del Obispo del pueblo, en especial el llamado a no guiarnos por el odio, nos interpela en la actualidad que vivimos de persecución y difamaciones, a quienes, como él, buscan la justicia social: “Para que no haya esclavos para que el hombre sea señor, para que el dinero no sea el Dios, para que el sexo no sea Dios, para que el poder no sea Dios, para que la mentira no sea la norma de vida, para que el odio no sea la guía para amedrentar y lograr grandes posiciones”.
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