Domingo 09 de Junio del 2019 - Villa Gesell

Homenaje a Don Carlos, el fundador de Villa Gesell

El fundador de Villa Gessell es recordado en su pueblo, 40 años después de su muerte, por su fascinación por la naturaleza y la pasión por los inventos.

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Carlos Idaho Gesell fue el tercer hijo de Ana Böttger y Silvio Gesell, dos inmigrantes alemanes afincados en Buenos Aires a fines del siglo XIX. “El loco de los médanos”, como lo apodaron años después, nació a las 16:00 horas del 11 de marzo de 1891, en la casa de alquiler donde vivía la familia. Fue recibido por las manos de su padre que ofició de partero.

Silvio, su padre, fue un hombre muy creativo. Amante de la naturaleza, inventor y un gran economista autodidacta. Ana fue siempre una mamá cariñosa y dispuesta a disfrutar de la vida y de la naturaleza, junto a sus hijos.

Será que viene de ahí, de los genes mismos, la fascinación de Carlos Gesell por la naturaleza. “Don Carlos amaba la naturaleza. Es así que cuando él piensa en abrir las calles de Villa Gesell, realiza el trazado al pie de la duna para conservar su topografía. Él prefería que las calles no se asfalten, que no haya edificios de altura”, expresó Lourdes Puentes Cañas, técnica superior en turismo y licenciada en museología.

La familia Gesell se mudó a la localidad bonaerense de Banfield, por entonces apenas poblada, y unos años después, decidieron viajar a Alemania y más tarde, a la Suiza francesa, donde Silvio Gesell cumple su sueño de instalar una granja en la alta montaña.

El pequeño Carlos Idaho crece en esos parajes y se despierta en él la pasión por los inventos. Fue en agosto de 1931 cuando Carlos decide comprar un arenal que le habían ofrecido en la costa atlántica de Buenos Aires. Eran 1648 hectáreas de dunas vivas, ubicadas a unos 400 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y a 23 kilómetros de la Estación Juancho del ferrocarril Central del Sur. El inventor, el visionario, se había propuesto plantar árboles sobre esas enormes montañas de arena. Él estaba hecho para los desafíos.

Don Carlos compra y experimenta con toda clase de semillas en su vivero. Prueba una y otra vez. Recién en 1940 aparecen los primeros resultados satisfactorios. Los árboles comienzan a crecer saludables y, al mismo tiempo, Don Carlos comienza a planificar una urbanización. Llamó a este lugar Villa Silvio Gesell, en homenaje a su padre. En 1947 fue aceptado oficialmente el nombre Villa Gesell para el nuevo balneario.

Mónica García, quien hasta su fallecimiento fue la jefa de museo de la municipalidad de Villa Gesell, señala: “Don Carlos Gesell amaba su villa. La conocía como nadie. Trabajó incansablemente por ella. La recorría y la guiaba. Fue una presencia cotidiana y activa. Un hombre que imponía respeto y asombraba por su constante energía creadora”.

En 1940 don Carlos decide construir una modesta casita para alquilar a turistas. La llamó “La golondrina” porque, según decía, los turistas llegarían con los primeros días de calor y se irían con los primeros fríos, como las golondrinas. Así, Villa Gesell comenzó a ser el balneario que se recomienda de amigo a amigo.

Sin lugar a dudas, Villa Gesell es un lugar mágico y que atrapa. Es un lugar en el que muchísima gente tiene alguna historia, alguna anécdota, algún recuerdo feliz de sus vacaciones, o cuando venía de chico. Ni qué hablar de quienes se enamoraron acá o se pusieron de novio y que hoy vienen con los hijos. Creo que la identidad de Villa Gesell es fuertísima, ni qué hablar si la comparamos con otro lugar de la costa. Ningún otro lugar tiene ese poder de convocar los recuerdos de la gente”, consideró Puentes Cañas.

Los primeros habitantes estables llegan en la década de 1940. Muchos provenían de localidades vecinas y la gran mayoría de casi todos los países de Europa, destruidos por la guerra. Con el primer camino de acceso, abierto desde 1943, y el primer hotel de la naciente villa balnearia, el pueblo creció rápidamente. Siempre con el estímulo y en entusiasmo contagioso de Don Carlos.

El fundador de Villa Gesell murió en el Hospital Alemán de Buenos Aires el 6 de junio de 1979, a los 88 años. Pero en el pueblo que él creo, aun se lo siente vivo.

“El legado de don Carlos es que cualquier sueño se puede hacer realidad. Pero ese sueño debe estar sostenido por trabajo, esfuerzo, dedicación, disciplina, estudio, paciencia. Esos valores y aptitudes son los que él nos ha dejado”, resumió Puentes Cañas.

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