Domingo 01 de Octubre del 2023 - De ida y vuelta

Inteligencia Artificial, ¿un futuro más desigual o una revolución positiva?: debates del campo popular

La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un término general para referirse a aplicaciones que realizan tareas complejas para las que antes era necesaria la intervención humana.

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“El gran peligro de la Inteligencia Artificial es que se aplique lisa y llanamente la lógica de mercado: costo y beneficio. A escala masiva, el efecto social será tremendo, hará crujir el sistema político”, dice el docente Esteban Magnani, de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad de Rafaela, autor además del libro “Tensión en la red. Libertad y control en la era digital”.

Le sale al cruce, desde su optimismo, Alexander Ditzend presidente de la Sociedad Argentina de Inteligencia Artificial (SAIA): “Tenemos la oportunidad de revolucionar la matriz productiva. Si trabajamos sobre la cantidad de valor que puede agregar una persona en las mismas ocho horas y a la vez mejores sistemas productivos hacen que bajen los costos, estaríamos hablando de una merma del hambre y la pobreza”.

La Inteligencia Artificial, su definición, sus efectos, las expectativas, es el tema que quedó en el centro de la escena en un nuevo capítulo de “De Ida y Vuelta, Debates del campo popular”, el espacio que produce el Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCO), que se difunde en las emisoras de la red y que también suena en Spotify.

La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un término general para referirse a aplicaciones que realizan tareas complejas para las que antes era necesaria la intervención humana.

Es la rama de la ciencia que crea y estudia sistemas informáticos que los humanos consideramos “inteligentes”: chats bots, asistentes virtuales, correos, comercios electrónicos, reconocimiento facial GPS, son algunas de sus aplicaciones.

En el mes de agosto Argentina fue  reconocida como el país con mejores políticas públicas para fomentar el uso conveniente de la Inteligencia Artificial en el contexto de América Latina. El dato lo arrojó el índice que analiza las capacidades de los países de América Latina para adoptar y utilizar inteligencia artificial. El informe se presentó en la sede de CEPAL, en Santiago de Chile.

En Argentina, los sectores más impactados por la IA son las finanzas, la manufactura, la salud y los servicios públicos. Este tipo de avances tecnológicos producen en la sociedad debates acerca de cuáles esferas de la vida cotidiana se verán afectadas, y cuánto: el trabajo, la educación, el arte.

La cuarta revolución industrial llegó y el desafío radica en potenciar el desarrollo sin perder de vista los desafíos éticos y sociales que una transformación así impone, sobre todo en lo laboral.

“Un efecto social tremendo”

Esteban Magnani explica: “La idea de la Inteligencia Artificial ya tiene 70 u 80 años. La gran primera Inteligencia Artificial capaz de dar muestras de su capacidad, dar respuestas veloces y aprender muy rápido y transformarse en modelo de negocio, es el buscador de Google. Ahora estamos discutiendo la Inteligencia Artificial generativa, que tiene la capacidad no solo de ordenar el mundo y de alguna manera preverlo sino también de crear cosas ‘nuevas’”.

A su criterio, “es una muestra de la monstruosa capacidad que tiene la estadística cuando se le dan suficientes datos y capacidad de cómputo. Se parece mucho a lo que podríamos hacer nosotros. Pero no es ni inteligencia, ni artificial. La única inteligencia, que además podríamos discutir un rato largo sobre qué es, proviene de los seres humanos y se usa para entrenarla y para que ella encuentre patrones que le permitan simular, hacer una mímica de lo que interpretamos superficialmente como inteligencia”.

“La tecnología nunca es buena ni es mala, pero tampoco es neutral”, advierte Magnani. Y desarrolla: “Ninguna tecnología lleva en sí los usos y efectos que va a tener la sociedad. En potencia, la Inteligencia Artificial puede ser una herramienta súper poderosa para un montón de cosas, el problema es que estamos insertos en un mundo los pocos que tienen la capacidad de inversión y la capacidad tecnológica para aprovecharla son grandes corporaciones que las van a usar sobre todo para ganar más dinero, y ese modelo en general tiene efectos secundarios no deseados”.

Apunta, sobre el contexto: “Sé que hay mucha gente pensando en esto, que hay una sociedad civil bastante activa y que hay organizaciones dentro del Estado que tienen una idea clara sobre los efectos y hacen recomendaciones. El gran problema es que desde Argentina tenemos muy poca incidencia, no tenemos ni control sobre las plataformas. Netflix no nos dice cuántos abonos tiene, Uber no da explicaciones ni paga impuestos… No es solo en Argentina, la lógica del libre mercado más la intangibilidad de los mensajes hacen que esto sea muy fácil, y sumale la lógica financiera de primero hacer y en todo caso después pedir perdón. Se instalan y hacen lo que quieren”.

Avisa que en el rubro “hay mucho de marketing, como en casi todas las tecnologías recientes, que se presentan como disruptivas, aunque no todas lo son, y algunas que son burbujas lisas y llanas. Hay que tener cuidado para seguir evaluando lo que va a pasar”.

-¿Cuáles serían los principales riesgos y peligros?

-Que se aplique lisa y llanamente la lógica de mercado: costo y beneficio. Si una empresa descubre que reemplazar a mil trabajadores por pagar un abono para que hagan muchas de las tareas que hacían esos trabajadores, se hace. Lo que pasa es que cuando eso lo llevas a una escala masiva, el efecto social es tremendo. Porque el sistema no soporta más desocupación, más precarización o peores condiciones de trabajo. Eso empieza a hacer crujir el sistema político.

“Un nuevo orden mundial”

Alexander Ditzend mira desde otro lado. Dice, primero, que “no hay una definición oficial de la Inteligencia Artificial, eso ha abierto la puerta a que cada uno marketinee su producto como Inteligencia Artificial y no hay con qué contrastarlo. Mi definición, la que uso, es que es tecnología, una nueva forma de hacer software, en que las máquinas emulan capacidades humanas como entender, producir lenguaje escrito o como audio, entender imágenes, moverse en el mundo en que se mueven los humanos, autos que entienden el entorno; tomar decisiones para reaccionar a cambios”.

Ejemplifica: “Son cosas que se asemejan a interpretaciones de los humanos que antes las máquinas no podían hacer: una planilla de Excel no lo hacía. Cuando una pieza de tecnología empieza a tener esas capacidades decimos que tiene inteligencia artificial”.

Apunta respecto de la organización de la que forma parte que “la SAIA empezó como una comunidad y empujé la idea de convertirlo en movimiento nacional para federalizar el acceso a esta tecnología y armar una comunidad que nos prepare para la revolución que se viene; hace mucho tiempo que vengo concientizando y hablando de que se viene esta explosión, no hemos visto aun su impacto completo”.

Insiste: “Va a ser un barajar y dar de nuevo para el orden mundial, para la forma en que producimos, en que se genera cultura, en que nos comunicamos, y esa revolución nos va a pegar mucho mejor a argentinos y argentinas si estamos organizados, en comunidad, y si sabemos quién nos puede ayudar. El objetivo es preparar a la sociedad para el aluvión de cambios increíblemente rápidos y potentes que se vienen”.

Optimista, evalúa que “tenemos la oportunidad de revolucionar la matriz productiva. Si trabajamos sobre la cantidad de valor que puede agregar una persona en las mismas ocho horas y a la vez mejores sistemas productivos hacen que bajen los costos, estaríamos hablando de una merma del hambre y la pobreza. Las iniciativas apuntan a generar esos cambios”.

Acerca de los riesgos sociales, laborales, políticos, fija posición: “Lo que tenemos hasta ahora son suposiciones. Los intelectuales a nivel internacional están divididos. Hay quienes creen que la cantidad de trabajos nuevos que se van a generar va a ser superadora de los que se van a perder como ha pasado en otros grandes cambios de la matriz industrial”.

“Otra línea no menospreciable dice que es el primer cambio que ataca al proceso de decisión, porque los otros aumentaron alguna parte mecánica de la productividad y retuvimos el privilegio de decidir dónde aplicar la tecnología. Ahora la carga de la prueba se invierte y es la máquina la que toma decisiones en un proceso productivo y nos dice la acción que tenemos que tomar: qué producto tenemos que vender dónde, eso lo hará un algoritmo y no un equipo de marketing, que en todo caso estará supervisando ese proceso”, completa.

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